[ Restos del ayer: Cuando el primer escape room que jugaste ya no existe ]

 


Hace unos días estaba paseando, cual señor mayor que no tenía nada que hacer y por voluntad propia. En teoría iba buscando algunos elementos de arte urbano para fotografiar, ahí tal cantidad de ellos por Madrid y son una especie de arquitectura efímera, como el disco de Fangoria. Entre foto y foto, llegué a una esquina, una esquina que se me hacia conocida y, de repente, vinieron un montón de pensamientos. En esa esquina, ese portal, lo que ahora parece una casa. Allí estaba la primera escape room que jugué hace siete años. Hace siete años que había comenzado a meterme en este mundillo y, con etapas donde he jugado más o menos, llegó para quedarse.

Siempre cuento que antes de esta ocasión, dos años antes exactamente, estuve a punto de jugar a otra escape room en Barcelona. Ambientada en Egipto. Problema, como puede pasar las primeras veces: No llegamos a hacer la reserva por la web y se quedó en algún punto intermedio. Así que aquella puerta de la casa de Madrid fue la primera vez...

...de la que han pasado siete años. En estos siete años hemos descubierto como el universo de Escape Room, así como el negocio del mismo, ha pasado por muchos momentos. Hemos sido capaces de jugar a salas que vistas en retrospectiva seguimos pensando "¿De quién fue la idea de montar esto?", mientras que otras -como aquella puerta morada- nos hizo entrar en un mundo de fantasía que después se ha ido extendiendo en otros lugares hasta generar historias de terror que nos han llevado hasta lugares límites.

Todo comenzó con salas sencillas cuyas bases eran clásicas: Una sala, o varias, y la búsqueda de escapar de la misma. Las historias se irían enrevesando con aventuras en las que descubrir misterios, personas desaparecidas o entrevistas de trabajo que comenzaron a darnos los plot twist de las salas de "Nada es lo que parece" que decía Belén Esteban entrando en alguna de las casas de Gran Hermano VIP.

Nos fuimos viniendo arriba, cada vez parecía se jugaba con el más difícil todavía. El terror entró como si fuera un elefante en una cacharrería. Nos metimos en sagas de películas conocidas, jugamos con ouijas, con muñecas que no deberíamos ni haber mirado, yendo a casas perdidas tras tomar unos cócteles, pasando por unos ataúdes o una casa impresionante en medio de una zona industrial.

En este tiempo tuvimos que decir adiós a unas cuantas salas, algunas que fue una pena que no siguieran y otras que por suerte nos dijeron adiós. A día de hoy hay algunas salas con nombres y apellidos que, viendo la oferta que tenemos, es cuanto menos un milagro que sigan vivas. Porque la vida no es justa, a veces se carga salazas dejando otras mediocres abiertas en las que alguien pique.

En todos estos años hemos conocido a maravillosos Game Masters -Desde Fernando a Leire pasando por Turco a Isaac-, y también recuerdos inolvidables, momentos que quedarán grabados para siempre en nuestras memorias como secuestradores que te llevan en su furgoneta, meterte en el mundo de las aventuras gráficas de piratas de los noventa, hasta incluso llegar a la pista de un circo o meterte en un tren muy especial

Hemos viajado, nos hemos reído, sudado, llorado y hemos acabado tomando cervezas mientras comentábamos la última jugada que habíamos hecho. El futuro de las escape está diversificado entre salas cada vez más grandes, tecnológicas y grandes aventuras, pasando por hall escapes para jugar en grupo y un regreso a la esencia de las salas de escape pero lleno de detalles que puede que nos ponga una lagrimita en la mejilla.

La vida pasa mientras seguimos jugando en ella. Que en la canción del ¿Que Apostamos? decían "Esto es un juego, la vida es un juego y hay que apostar, la vida es una apuesta y nada más"


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